Como cada año, el fin de semana posterior a la Función Principal, el Nazareno de Rociana ha estado expuesto en besapiés. Quizás uno de los momentos más íntimos entre un devoto y su devoción.
La iglesia se oscurece y sólo un foco alumbra la cara del Nazareno, que un fin de semana al año baja de su lugar habitual y se enfrenta cara a cara a su pueblo, Rociana. Un pueblo que no lo deja ni un segundo y lo acompaña día y noche para guardar su vigilia. Y es que la Cuaresma es eso, vigilia, tradición, recogimiento y amor a unos titulares.
De nuevo, este año, los feligreses y devotos del Señor han disfrutado de estos momentos previos y ya se preparan para otro Viernes Santo más, para otro día grande para la hermandad Sacramental.