Dicen que cuando llega el mes de mayo el viento solo te lleva en una dirección, una ruta que apunta a la aldea almonteña de El Rocío, donde la Blanca Paloma aguarda la llegada de romeros y peregrinos.
Una alfombra de arena para pisar con los botos.
Una flor que se cae en la tercera sevillana dedicada a la Patrona.
Los surcos de una carreta que encaran la llegada hasta la Ermita tras kilómetros de devoción.
Medallas en el pecho que dejan la marca en el cuello tras el sol, el polvo y el sudor que provocan los últimos pasos hasta la Señora.
Dicen que mayo, huele a Rocío.
Pero este año la pandemia también nos deja mudos. Sin momentos que contar, sin letras que entonar y cantar a viva voz, sin lagrimas que caen por las mejillas de aquellos que esperan todo un año hasta encontrarse con la Virgen.
Este año, el segundo año consecutivo que no vivimos una romería. El virus y el alto incide de contagios sigue haciendo de las suyas y mermando nuestras tradiciones.
Un año más, viviremos un Rocío diferente, pero no menos especial, Un Rocío de esperanza para comenzar un camino que cuenta los días para que el encuentro con la Señora se haga realidad.
Mayo suena diferente pero esta lleno de momentos que esperan impacientes el día en el que la huella de la devoción quede perenne de nuevo en las arenas.