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La labor de Castillo en entredicho: escasa repercusión del Festival de Cine

En esta Huelva tan poco dada a la autocrítica muchos reconocen que el recién clausurado Festival de Cine Iberoamericano ha pasado con más pena que gloria pero seguro que pocos se van a atrever a reconocerlo. Al menos, en voz alta.

El brusco y sorpresivo cambio al frente de la dirección, cambiando a Eduardo Trías por Pedro Castillo, sólo ha servido para desandar un camino ya recorrido hacia la calidad en los contenidos y hacia el acercamiento con el público, asignatura pendiente de un certamen que, se diga lo que se diga, no conecta con los onubenses.

Pero es que, además, y llama la atención teniendo en cuenta que el nuevo director procede del medio audiovisual –es propietario de una televisión local en Córdoba- la 40ª edición del certamen ha tenido una muy escasa repercusión mediática en relación a años anteriores. Sobre todo, en los medios de comunicación a nivel nacional. Cierto es que La 2 retransmitió la gala de clausura pero, a partir de las dos de la madrugada, con lo que es de suponer que la audiencia no sería muy elevada.

Y de poco o nada sirve que en el balance de esta pasada edición, Castillo se vanaglorie asegurando que la asistencia a las proyecciones ha aumentado un 20 por ciento, cuando sabe que, en realidad, gran parte de los espectadores han procedido de excursiones programadas por los colegios. Es decir, el menor porcentaje de asistentes sigue correspondiendo a aquellos que deciden, de motu propio, acudir a algunas de las películas incluidas en la muestra.

El Festival se ha inventado este año premios como el denominado ‘La Luz’, que ha llamado la atención tanto por el argumento esgrimido por la organización para su concesión –se dijo que tenía un “sentido afectivo”- como por la elección del primer distinguido, el actor Mario Casas. Y es que, tal y como reconocen diversos expertos cinéfilos, el gallego aún no ha demostrado gran cosa, más allá de su atractivo físico, que le ha proporcionado una innegable popularidad.

Aunque apenas se ha dicho, el certamen ha costado unos 600.000 euros, cantidad de la que el 50% sale del bolsillo de los onubenses. Es decir, de las instituciones públicas, que después lo recuperarán vía impuestos.

Por todo ello, cobra cada vez más fuerza entre algunos onubenses la necesidad de que el Festival no suponga coste económico alguno para una ciudad que, efectivamente, otras prioridades a la hora de utilizar el dinero público. El Festival de Cine Islantilla Cineforum, por poner el ejemplo más cercano, ha demostrado que sin coste alguno para las arcas públicas y, eso sí, con talento, se puede conseguir una muestra casi tan brillante como cuando se tira de talonario.